La apuesta europea para el vehículo eléctrico (un 45% del total en 2030) busca conseguir la reducción de la contaminación y de las emisiones de gases de efecto invernadero a medio y largo plazo. El investigador en Oxford Brooks University Marco Raugei nos explica el presente y el futuro de los mal apodados vehículos de zero emisiones.
El día 1 de enero de 2020 pasará a la historia de la sostenibilidad metropolitana como el día de entrada en vigor de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE): un espacio vetado a los vehículos más contaminantes que busca mejorar la calidad del aire que se respira en el Barcelonès.
Las nuevas ordenanzas penalizarán el diésel, combustible utilizado por el 60% de los 900.000 vehículos privados que entran y salen a diario de la ciudad de Barcelona, en favor de soluciones eléctricas. Estas, mostrando orgullosas el distintivo de “zero emisiones” de la Dirección General de Tráfico, prometen alejar definitivamente el CO2 y los óxidos de nitrógeno de la ciudad. Sin embargo, en sostenibilidad no hay recetas simples y en ámbitos como la automoción, sometidos a grandes intereses económicos, la desinformación es un peligro real.
Desde la Cátedra UNESCO de Ciclo de Vida y Cambio Climático ESCI-UPF, hemos hablado con el científico italiano Marco Raugei, investigador en movilidad sostenible en Oxford Brooks University y antiguo miembro de la Cátedra, para que nos explique qué hay de cierto y qué de mito alrededor del coche eléctrico.
#1 Fabricar un coche eléctrico es más contaminante
En términos generales, se acepta que la producción de un coche eléctrico es más contaminante que la de un coche de combustión interna (gasolina o diésel). Sobre esto, “no hay ninguna duda”, expresa Raugei i nos cuenta que “la diferencia principal se debe a la fabricación de la batería, que requiere energía y minerales como el litio, el níquel o el cobalto, que hay que obtener, procesar y transportar. Y todo esto tiene bastantes impactos”.
Es cierto, por lo tanto, que el vehículo eléctrico parte de una peor posición de salida. Aún así, en el horizonte ya se ven soluciones alternativas, como las baterías de Litio-Sulfuro o el desarrollo de la tecnología del grafeno, que pueden rebajar estos impactos en el futuro próximo.
¿Puede revertirse esta desventaja inicial en la fase de uso del vehículo? la respuesta, como siempre, no va a ser simple.
#2 El origen de la producción eléctrica, clave en los impactos
Calcular las emisiones de un vehículo convencional es algo sencillo, puesto que el impacto depende exclusivamente del combustible que se utilice. Como explica Raugei, “un litro de diésel siempre tendrá los mismos impactos derivados de su extracción, refinamiento y uso en un motor de combustión interna. Sus emisiones totales son, a pesar de la publicidad de las marcas, muy similares entre vehículos de la misma categoría”.
Pero el vehículo eléctrico se comporta de una forma distinta. Raugei concede que “está libre de impactos hasta el momento en el que necesitas recargar la batería. A partir de este momento, hay que mirar las tecnologías de producción de electricidad utilizadas para la recarga”. Actualmente, los sistemas de producción eléctrica varían mucho entre países y, consecuentemente, el impacto de un vehículo eléctrico en Noruega, con una red dominada por la energía hidroeléctrica (95%) no es el mismo que en China, donde predomina el uso del carbón (75%).
El vehículo eléctrico en Europa es más sostenible que el convencional, con diferencias notables entre países. Fuente: TheICCT.org
Raugei: «El impacto del vehículo eléctrico no es el mismo en Noruega que en China»
#3 La eficiencia del vehículo eléctrico, un punto importante
Las leyes de la termodinámica nos obligan a todos, pero son especialmente implacables con el motor de combustión interna, que sufre de un 75% de pérdidas en forma de calor. En palabras de Raugei, “son buenos calentando el ambiente, pero no tanto moviendo el vehículo”.
Ni punto de comparación con el conjunto de batería y motor eléctrico. El investigador italiano nos explica que en la batería, la transformación de la energía química en eléctrica, y viceversa, cuenta con una eficiencia de hasta el 85%. En el motor, la eficiencia de transformación de energía eléctrica en movimiento llega al 90%. Conjuntamente, las pérdidas no superan el 20%. Una mejora sustancial.
Es por eso que, incluso en un sistema de producción eléctrica muy contaminante, la apuesta por el vehículo eléctrico puede resultar sostenible siempre que su vida útil sea suficientemente larga como para, por un lado, compensar los superiores impactos de producción y, por el otro, beneficiarse de las mejoras futuras en el sistema de producción eléctrica.
#4 Apostar por la circularidad
Los metales usados en la fabricación de una batería son, a la vez, el riesgo y la oportunidad del vehículo eléctrico. Su obtención y procesamiento son altamente contaminantes, pero se pueden reutilizar. Raugei conoce bien los últimos avances y asegura que “ya hay procesos capaces de reciclar cerca del 80% de los metales de una batería, pero aún no son rentables económicamente y es más barato conseguirlos del medio”.
El acercamiento a las tesis de la economía circular, que implica diseñar los productos con la mirada puesta en su reciclabilidad, permitirá reducir los impactos de los vehículos eléctricos en el medio plazo gracias al uso de componentes reutilizados. Raugei es optimista: “La buena noticia es que hay un gran margen de mejora”.
#5 Repensar la movilidad en clave sostenible
Las consecuencias últimas de la circularidad son perfectamente aplicables al vehículo eléctrico, especialmente en entornos urbanos. Según Raugei, “ya que los coches pasan la mayor parte del tiempo aparcados, la solución más inteligente es hacer una transición hacia un modelo de car-sharing. Esto implicaría menos vehículos, que se moverían mucho más”. Por supuesto, menos vehículos implica fabricar menos baterías y, por consiguiente, evitar la producción de emisiones contaminantes.
Sin embargo, cambiar al vehículo eléctrico es solo un pequeño paso. Raugei nos recuerda que “todo esto es algo más complejo y es necesario dar un paso atrás para ver el panorama al completo”. El investigador opina que deberíamos abordar el problema de la sostenibilidad desde múltiples ángulos: “utilizar fuentes renovables para la producción de electricidad, electrificar otros aspectos de la vida y repensar cómo la ciudadanía utiliza los vehículos para la movilidad personal”.
“Hay muchas formas posibles en que el futuro puede ser diferente del presente”, concluye Raugei. Desde la Cátedra, estamos convencidos que sus esfuerzos nos ayudan a ver el reto de la sostenibilidad desde una perspectiva mucho más ámplia. ¿Será eléctrico tu siguiente coche? Lo más probable es que sí, pero que no sea tuyo.
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