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Italia, el populismo ante el espejo

Foto: REUTERS / Alessandro Bianchi

La corrupción lacerante, los vicios de la casta política, los entresijos de acuerdos inconfesables y una lenta e inexorable decadencia han colocado en el gobierno a fuerzas políticas antisistema.

El problema de estos partidos, el Movimiento 5 estrellas (M5S) y la Lega, es que una cosa es predicar y otra dar trigo. Criticar la labor de gobiernos sobrepasados por problemas que requieren soluciones basadas en pactos de Estado es muy sencillo. Ahora les va a tocar a ellos ponerse ante el espejo y la ciudadanía y resolver lo que tantas veces denunciaban alto y claro. Y analizado el programa presentado, lo van a tener harto complicado. Han sido consecuentes con su discurso e ideología: el programa rezuma populismo por los cuatro costados.

Así, pueden pasar dos cosas. La primera, si lo cumplen a rajatabla, el drama está asegurado. Con una deuda pública que sobrepasa el 130% del PIB, los mercados no entenderían una bajada significativa de impuestos como la anunciada (una flat tax o tarifa plana en la que prácticamente todos pagarían casi lo mismo, entre un 15 y 20%, lo que significa una bajada de entre 8 y 23 puntos). La consecuencia de ello es que, si la bajada impositiva se lleva a cabo, y en paralelo se aumenta de gasto con la prometida renta de ciudadanía, el déficit creciente está asegurado. Y más déficit significa más deuda.

Los alemanes, ahorradores ellos, ya están hartos de tanta expansión cuantitativa y de tipos al 0%. Cuentan los días para la retirada de Draghi al frente del BCE y la normalización de la política monetaria. En este caso, normalización equivale a subida de tipos. Una economía altamente endeudada, con unos tipos de interés más altos, significa que su carga financiera se dispara. ¿Cómo compatibilizar eso con una bajada impositiva de tamaña magnitud? No es que sea la cuadratura del círculo, es que la implosión de una economía como la italiana estaría más que asegurada.

La otra alternativa es que la realidad se acabe imponiendo, que es lo que creo que va a pasar. Demandar un retorno a una Europa pre-Mastrich es, con otras palabras, volver a una Europa sin euro. ¿Está Italia capacitada para abandonar el euro? ¿Qué respaldo internacional tendría la renacida lira? Su valor se hundiría, las deudas se multiplicarían y la huida de capitales sería imparable. No habría más remedio que aplicar un durísimo plan de ajuste y una subida temporal de los tipos que ahogaría la economía. El default, pactado o no, emergería como cuasi inevitable.

Si hasta ahora se ha producido un lamentable deterioro en las condiciones de vida de los italianos, ¡qué no pasaría en esa otra apocalíptica situación!

Dicho lo cual, visto el panorama actual, dos conclusiones rápidas: quizá la negativa a pactar de Renzi no era mala idea. El hiperdinámico y ambicioso florentino ha querido poner ante el espejo de sus contradicciones a los que tanto le criticaron. Cree Renzi, y como él otros muchos, que lo necesita Italia es un baño de realismo populista. Que estos se quemen en contradicciones internas, defrauden a unos hastiados electores y entonces, y solo entonces, el poder vuelva a sus manos. A las de siempre. A esa mezcolanza democristiana con un adn indestructible que no ha desaparecido ni con Mani pulite ni con Berlusconi ni con un partido Demócrata que no llegó a ser nunca lo que en su día sus creadores anhelaron.

La segunda conclusión es lapidaria: Macron se está batiendo el cobre con unas reformas que lo están abrasando en Francia. Pide árnica a Alemania, pero Berlín, viendo el panorama italiano, no quiere levantar el pie. Moraleja: o se reforma también Italia o no cambiará la política de austeridad.

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