Xavier Fornt, profesor de Banca Internacional en el Master of International Management, repasa la situación en la que se encuentra el riesgo país a nivel mundial y los principales factores a tener en cuenta a partir de las reflexiones recogidas en la jornada organizada por Coface.
Desde el año 1997, la compañía francesa Coface, fundada en 1946 y dedicada al mundo de los seguros de crédito caución, viene organizando de forma ininterrumpida, el Colloque Coface Risque Pays, un evento en el que prestigiosas voces analizan cómo evoluciona el riesgo país en el mundo.
Desde las primeras ediciones, he tenido el placer de haber asistido a la práctica totalidad de las convocatorias y este mes de febrero, después de 3 años de ediciones a distancia por causa de la insoportable pandemia, ha recuperado la presencialidad. Un total de 2.000 personas han asistido al evento 2023.
La imagen de una bola del mundo al borde de un abismo, acompañada del título que me apropio para encabezar este artículo, daban ya una idea clara de por dónde irían los tiros. Tres grandes bloques temáticos centraban los debates del programa: 1) EEUU – China – Europa, el triángulo geopolítico para las empresas; 2) Los riesgos políticos y sociales bajo la lupa; y 3) Conciliar el suministro energético con los factores geopolíticos y la transición energética.
A lo largo de la jornada, se analizaron y exploraron estos conceptos desde distintos puntos de vista y, una vez digeridos, vamos a intentar exponerlos en este artículo. El CEO de Coface, en su breve exposición de bienvenida, constató que, después de la pandemia, están regresando con alguna fuerza los riesgos políticos y el riesgo de default, que quizá habíamos olvidado preocupados como estábamos por luchar contra la COVID-19.
El economista jefe de la compañía, trazó una visión general de los mayores riesgos en este mundo incierto y analizó el problema de la inflación, uno de los que más preocupan últimamente. La inflación afecta de forma directa al crecimiento, a la confianza y al consumo.
Aunque parece que le hemos ganado el primer round en el combate, en el que ha sido decisiva la intervención de los bancos centrales –que han operado a velocidades distintas pero se han comprometido de forma clara en esta lucha–, la batalla no está definitivamente ganada.
En el mundo las empresas, ante las frecuentes roturas de las cadenas de suministro se está abandonando la estrategia del just in time y se está cambiando por la del just in case, cubriéndose para evitar la paralización por la falta de productos y originando con ello una mayor demanda que, combinada con menos productores, podría propiciar el regreso de la tendencia inflacionaria.
En el primer gran bloque temático, EEUU – China – Europa el triángulo geopolítico para las empresas, se destacaron las armas que cada uno de los tres bloques posee y con las que pretende jugar la partida.
EEUU utiliza la política de sanciones contra Rusia, que obliga a Europa a seguirlas y la política de restricciones tecnológicas contra la China. La República Popular de China, por su parte, utiliza una estrategia de colonización económica de países emergentes, especialmente en África y América Latina. Por otro lado, Europa es consciente de que puede desequilibrar la balanza a su favor, pero para que esto sea efectivo, se necesita mucha más Europa, con menos nacionalismos y más políticas colectivas.
En aspectos climáticos y de descarbonización, se constató que no hay una colaboración real entre los tres grandes bloques, y muchos temen por el futuro de Taiwan, punto neurálgico de algo tan importante como los semiconductores.
En el segundo bloque temático, el analista jefe de Coface puso bajo la lupa la situación de los riesgos políticos y sociales de la era pospandémica. El deterioro generalizado del poder adquisitivo comporta un aumento importante de los riesgos sociales, y estas turbulencias nos arrastran hacia riesgos políticos notables.
El endeudamiento general de los estados, hasta ahora a coste cero por el bajo ciclo de los tipos de interés, parece dar paso a una época con tipos mucho más elevados, lo que origina, en contrapartida, una generalización de los recortes en ayudas sociales.
A su vez, esto acarrea un aumento de las decisiones impopulares con sus consiguientes manifestaciones y descontento social por doquier. En los próximos meses, tendremos tres elecciones en países significativos en este aspecto como son Nigeria, Turquía y Argentina, que pueden influir notablemente en el panorama general.
Finalmente, en el tercer y último bloque temático se analizó la posibilidad de coordinar el consumo energético, con los factores geopolíticos y con la transición verde en la que el mundo se está implicando. A pesar de todos los esfuerzos, se constató que el 80% de la energía que se consume es aún energía fósil. En el caso concreto del petróleo, se conjugan un aumento de la demanda con una disminución de la oferta.
En aspectos geopolíticos, se puso de manifiesto la ya evidente una lucha estratégica por controlar el mercado de las tierras raras, esos 17 elementos químicos, con unas propiedades que son vitales para el desarrollo de las nuevas tecnologías.
Y mientras el mundo ha decidido, teóricamente al menos, ir hacía una transición energética, el riesgo recae en que habrá que financiarla. No es suficiente la voluntad de hacer esa transición: se precisan de facilidades burocráticas y de financiación. Algunas renovables, como la eólica o la solar, no aseguran por razones obvias, el suministro constante, por lo que el complemento con las energías tradicionales se hace imprescindible.
El principal riesgo está en que, en caso de una transición energética rápida, las energías tradicionales vean mermada su demanda y por ende sus ingresos, con lo que podrían ir abandonando el mantenimiento de sus instalaciones y no cubrir la demanda en caso de precisarla. Sin embargo este es un riesgo posible pero muy poco probable. Al menos por ahora.
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