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Nettie Stevens, los cromosomas y el sexo

cromosomas Nettie Stevens
Nettie Stevens. / Foto: Carnegie Institution for Science (Bryn Mawr College Special Collections)

Nettie Stevens fue una bióloga y genetista de principios del siglo XX. En el año del 160 aniversario de su nacimiento recordamos a la mujer que descubrió la diferencia en los cromosomas que determina que un organismo sea macho o hembra.

Nettie Stevens (1861-1912) fue una bióloga y genetista que contribuyó a la Biología con un gran descubrimiento: la distinción entre el cromosoma X y el cromosoma Y que determinan el sexo de un organismo.

Nació en Cavendish, Vermont (EE.UU.). Perdió a su madre a la edad de 4 años y cuando su padre (un humilde carpintero) se volvió a casar, la familia se trasladó a Westford. En seguida destacó en los estudios, pero la falta de recursos económicos la llevó a trabajar de profesora y bibliotecaria. Durante más de 10 años ahorró para poder pagarse los estudios universitarios y finalmente se matriculó en Stanford a la edad de 35 años. Allí se graduó y cursó un máster, y el doctorado lo hizo en Bryn Mawr College, en Filadelfia.

Cursando el doctorado consiguió una beca para trabajar durante un año en dos institutos de Zoología europeos, en Nápoles y en Würzburg. En este último conoció al famoso biólogo Theodor Boveri que despertó su interés por el papel de los cromosomas en la herencia. Finalmente obtuvo su título de doctorado en 1903 y se quedó en Bryn Mawr College dedicada a la investigación.

Cabe decir que en esa época los biólogos evolucionistas y los filósofos planteaban diversas líneas teóricas para explicar cómo se determinaba el sexo en un individuo y lo explicaban mediante factores externos durante el desarrollo, factores internos a través del huevo o factores hereditarios. A finales del XIX y principios del XX se investigaba la relación entre cromosomas y herencia, de hecho, se conocía el comportamiento de los cromosomas, pero no existía ninguna confirmación de su relación con la herencia.

Nettie Stevens se dedicó a estudiar insectos y detectó que, en el gusano de la harina, las hembras solo producían células X mientras que los machos producían células X e Y. A partir de aquí analizó varias especies de escarabajos y de moscas y concluyó que los cromosomas no se organizaban en largos bucles como se pensaba hasta entonces, sino en estructuras de parejas de células. Vio que las células de las hembras tienen 20 cromosomas grandes (es decir, 10 parejas de cromosoma X), mientras que las de los machos tienen 19 cromosomas grandes y uno pequeño (lo que es 9 parejas grandes iguales y una pareja constituida por un cromosoma X grande y un cromosoma Y pequeño). Además observó que era la información contenida en los cromosomas de los espermatozoides la que determina el sexo del individuo.

En 1905 publicó Studies in Spermatogenesis with special reference to the “accessory chromosome” con el que defendió que los cromosomas son parejas de células donde el óvulo fecundado por un espermatozoide portador del cromosoma X da lugar a una hembra, mientras que un óvulo fecundado por un espermatozoide portador del cromosoma Y da como resultado un macho.

El mismo año, el biólogo Edmund B. Wilson publicó un estudio que iba en la misma línea que el de Nettie Stevens, así que, debido a su fama y al “efecto Matilda”, el crédito de este descubrimiento se lo llevó Wilson.

No fue hasta varios años después que se vio que el trabajo de Wilson era incompleto (estudió unos insectos en los que el macho tiene un cromosoma menos que la hembra), además de que defensaba que el factor del entorno también jugaba un papel en la determinación del sexo. Por si eso fuera poco, Wilson mencionaba en su estudio el trabajo de Nettie Stevens, lo que le concedía a ella prioridad en el descubrimiento.

Por su parte, la teoría de Nettie Stevens, que defendía que la determinación del sexo era exclusivamente debida a los cromosomas, ligaba con los supuestos de Mendel y su teoría de genes dominantes y recesivos. Mendel no fue escuchado en vida, pero a principios del siglo XX se volvió a sus tesis para estudiar los mecanismos por los que ciertos aspectos pasaban entre generaciones.

Después de este gran descubrimiento, Nettie Stevens siguió investigando en el campo de la genética. Consciente de la poca relevancia que se daba al trabajo hecho por mujeres, se dedicó a publicar artículos de gran calidad científica llenos de citas y referencias al trabajo de otras mujeres.

Murió en 1912, víctima de un cáncer, antes de poder ocupar la cátedra creada para ella en Bryn Mawr College.

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