La nueva directora general de la Organización Mundial de Comercio cuenta con una dilatada experiencia en cargos públicos. Okonjo-Iweala ha sido ministra de finanzas dos veces en Nigeria, ha ocupado diversos cargos en el Banco Mundial y ahora se enfrenta al reto de impulsar la OMC.
Tras el anuncio oficial de su nombramiento como Directora General de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Ngozi Okonjo-Iweala publicó un tweet de agradecimiento a los miembros de la organización por su confianza y donde se despidió con un “Forget about business as usual!”
Como ella misma reconocía en ese tweet, Okonjo-Iweala es la primera mujer en asumir la dirección de esta organización en sus 25 años de historia. 73 años si, como la propia Okonjo-Iweala hacía, se incluyen en esa cuenta los 48 años de existencia del GATT, la organización que precedió a la actual OMC.
Estas circunstancias hacen que la OMC se sume a una lista nada despreciable de organizaciones internacionales del ámbito económico, financiero y comercial que, en la actualidad, están encabezadas por mujeres y que han roto así ese histórico sesgo de género, por lo menos en cuanto al nombramiento de la persona en la cúspide de la organización. Kristalina Georgieva dirige el Fondo Monetario Internacional; mientras Christine Lagarde, su antecesora en el cargo, dirige hoy el Banco Central Europeo; Odile Renaud-Basso es la Directora del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo; toda vez que Isabelle Durant es la actual Secretaria General de la UNCTAD, la Agencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo.
No obstante es muy probable que con su “Forget about business as usual!” Okonjo-Iweala no estuviera hablando tanto de sí misma como de la organización de la que asumió las riendas. En efecto, su mandato arranca con una OMC necesitada de cambios institucionales significativos que sirvan de revulsivo para esta organización que parece sumida en una crisis de legitimidad de largo recorrido y que ve como la consecución de sus objetivos fundacionales se ha ido diluyendo en estos tiempos de creciente incertidumbre en la gobernanza del comercio mundial. Los problemas para el nombramiento del Órgano de Apelación de la OMC que tantas portadas ha ocupado en los últimos meses, no son sino la punta del iceberg. Por su puesto, la negativa de la Administración Trump para facilitar el nombramiento de los jueces que deben ocupar las plazas vacantes en ese órgano de última instancia no solo le sirvió como postura de fuerza para mostrar su escepticismo sobre los esquemas multilaterales, sino que también ha entorpecido seriamente el día a día del conjunto del sistema de resolución de controversias de la organización.
Pero los problemas de la OMC van más allá de su tantas veces aludido Órgano de Apelación. De hecho, de acuerdo con los resultados de un interesantísimo estudio realizado por investigadores del IUE en Florencia entre más de 800 practitioners y especialistas y representantes de las propias delegaciones nacionales ante la OMC, existe una opinión generalizada en el sentido que no es sólo el Órgano de Apelación, sino el conjunto del sistema de resolución de controversias el que necesita ser reconsiderado. Asimismo, este estudio pone el acento también sobre la percepción de una necesidad de mayor transparencia en el funcionamiento interno de la OMC, así como en la conveniencia de reforzar la capacidad de la organización para supervisar las políticas comerciales de los distintos miembros. Por último, el estudio también desvela un creciente interés en abordar la cuestión de la posibilidad de reforzar la práctica de los acuerdos plurilaterales (acuerdos que, bajo determinadas circunstancias, no incluyen a todos los miembros de la OMC, sino solo a una parte de ellos y que dejan abiertas las puertas a incorporaciones posteriores).
Además, Okonjo-Iweala deberá abordar también el rol de su propia figura de Directora General de una organización eminentemente intergubernamental y en la que la toma de decisiones por consenso es una práctica muy extendida y que lleva a constantes interrupciones, como ha quedado evidenciado en el propio proceso para su nombramiento que fue pospuesto sine die en otoño del 2020, sin duda a la espera de los resultados de las elecciones presidenciales estadounidenses del 3 de noviembre. Y por si todo ello fuera poco, la nueva Directora General de la OMC tiene ante sí también el reto de hacer que la organización contribuya a la salida de la crisis provocada por la actual pandemia de COVID-19 y que el esquema multilateral del comercio global no se vea tocado de muerte por la actitud mercantilista (y proteccionista) que han empezado a mostrar algunos gobiernos en los últimos tiempos y que la pandemia no ha hecho más que exacerbar.
Por todos estos motivos, la elección de Okonjo-Iweala es relevante no solo por su condición de primera mujer al frente de la organización, sino por su origen (es también la primera africana en dirigir la OMC, aunque goza de doble nacionalidad, la nigeriana y la estadounidense) y por su perfil (que combina una extensa experiencia en cargos de decisión y un amplio conocimiento del funcionamiento del comercio internacional). De hecho, estos dos elementos parece que han sido claves en su elección.
La elección de la Dirección General de la OMC responde a complejos equilibrios intergubernamentales e intereses geopolíticos de suerte que el candidato nominado lo es no tanto porque ha sido capaz de recabar muchos apoyos, sino porque ha sido capaz de evitar cualquier posible veto. En la actual encrucijada en la que se encuentra la gobernanza mundial del comercio, cualquier candidato percibido como demasiado cercano a Washington o demasiado cercano a Beijing no tenía posibilidades de éxito, puesto que ambas administraciones presumiblemente harían uso de sus capacidades de veto. De este modo, la nominación de Okonjo-Iweala por parte del Gobierno de Nigeria, a pesar de levantar ciertas ampollas entre los equipos de los otros dos candidatos africanos que llegaron a la ronda final (Abdel-Habid Mamdouh, diplomático egipcio con una dilatada trayectoria en la OMC, y Amina C. Mohamed, diplomática keniata con experiencia en organizaciones internacionales y también en cargos ministeriales en distintos gobiernos kenianos), acabó resultando una fórmula de éxito. No obstante, para que ello fuera posible se tuvo que esperar a la toma de posesión del Presidente Biden y sus primeras actuaciones en política internacional, puesto que el Presidente Trump insistió en todo momento en apoyar a la segunda candidata en liza, Yoo Myung-Hee actual Ministra de Comercio del Gobierno de Corea del Sur.
En cuanto a su perfil político y profesional, Okonjo-Iweala cuenta con una larga experiencia profesional en organizaciones gubernamentales, nacionales e internacionales (más de 25 años en distintos cargos en el organigrama del Banco Mundial y también ha ocupado el cargo de Ministra de Finanzas del Gobierno de Nigeria en dos ocasiones) y su amplio conocimiento en economía política internacional y política comercial (es doctora en Economía por el MIT) también han reforzado su candidatura. En este sentido, los resultados del estudio antes referido también indican que, para la población consultada, los tres atributos más importantes que debía reunir la persona que ocupara el cargo de Director General de la OMC eran, por este orden, la experiencia en la gestión de organizaciones, experiencia política y formación económica. En otro plano, más del 60% de los encuestados reconocía que era importante o muy importante que el futuro líder de la organización tuviera conexiones personales en las capitales de los principales actores del comercio internacional, así como en las organizaciones internacionales y la comunidad empresarial global.
El nombramiento de Okonjo-Iweala ha sido bien acogido por la comunidad internacional y sugiere una cierta voluntad por parte de los Estados miembro de reconducir el día a día del funcionamiento de la organización. Queda por ver si el dinamismo de la nueva Directora General permite superar la inercia organizativa en la que se encuentra la OMC, claramente condicionada por los intereses de sus Estados miembro y en la que, por lo menos hasta el momento, la función del Director General ha sido más bien reactiva y poco proclive a introducir grandes cambios. De hecho, como relata Soumaya Keynes en el podcast que ella y Ched P. Brown dedicaron al tema, durante todos los meses que ha durado el proceso de nombramiento de la nueva Directora General, corría la broma en los mentideros de la OMC que solo Jesús podía salvar a la institución (en referencia, claro está, al mexicano Jesús Seade Kuri, otro de los candidatos que optaban al cargo).
Los próximos meses permitirán evaluar cuál es alcance del “Forget about business as usual!” y si realmente la OMC puede seguir en el centro de la gobernanza del comercio mundial.
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