El hidrógeno verde se posiciona como una alternativa real para sustituir a los combustibles fósiles. Acabar con el calentamiento global es posible si se pasa a un uso extensivo de energías renovables que no emitan gases efecto invernadero.
El hidrógeno es una alternativa a los combustibles fósiles, causantes de la emisión de gases a la atmósfera y por lo tanto responsables de la crisis climática. Algunos autobuses en nuestras ciudades ya utilizan esta energía para funcionar, pero ¿qué sabemos del hidrógeno? ¿Es realmente una energía limpia?
La mayor parte del hidrógeno que se produce actualmente es llamado marrón, gris o negro según su procedencia (carbón, gas natural o petróleo, respectivamente). El problema es que al tratarse de combustibles fósiles, los procesos utilizados para extraer el hidrógeno emiten CO² al ambiente, principal causante del calentamiento global. Es cierto que parte de este dióxido de carbono se puede captar y almacenar, de él proviene el llamado hidrógeno azul, pero no es un método del todo efectivo ya que no permite captarlo todo y hay problemas de almacenamiento.
También existe el llamado hidrógeno turquesa. Se produce mediante pirólisis a partir de gas natural, pero sigue siendo un combustible fósil y por lo tanto no está libre de emisiones.
¿Es entonces el hidrógeno un posible sustituto de los combustibles actuales?
La apuesta de gobiernos y empresas es el hidrógeno verde. Se produce a través de electrólisis: con electricidad de origen renovable se separa el oxígeno del agua y se obtiene hidrógeno limpio, libre de emisiones de gases de efecto invernadero. Además cuando se quema este hidrógeno se obtiene vapor de agua y no CO².
Otra de las principales ventajas es que funciona como medio de almacenamiento y también garantiza el suministro de energía, ya que absorbe el excedente de electricidad renovable de las horas de máxima producción y genera electricidad cuando las fuentes renovables no pueden cubrir la demanda energética.
Sin embargo producir hidrógeno verde es más caro que producir otras variantes (las contaminantes). Si bien es cierto que los costes van cayendo debido a los avances tecnológicos y la caída de precios de la electricidad prevista gracias a la penetración de la energía eólica y la solar. De hecho el hidrógeno verde podría ser competitivo a partir de 2030, pero es necesario que se impulsen políticas que permitan mejorar la tecnología, reducir costes y atraer inversiones.
Aplicaciones del hidrógeno verde
Actualmente el hidrógeno verde ya está muy bien posicionado para la industria, el transporte y para almacenar el sobrante de energía eléctrica renovable. Además contribuye a la descarbonización de sectores que puede parecer difícil que pasen a la electricidad, esto lo consigue porque es un combustible denso idóneo para generar calor en procesos como la producción del acero. Otra aplicación es el transporte pesado y de larga distancia, ya que las baterías de hidrógeno verde requieren menor tiempo de recarga y tienen mayor autonomía, por lo que se podrían usar para el transporte marítimo, terrestre y ferroviario. Incluso es posible inyectarlo en la red de gas, lo que facilitaría el uso residencial, en el sector servicios, además de abrir muchas otras posibilidades.
España está en un lugar geoestratégico para liderar este modelo energético que favorecerá la lucha contra el cambio climático. Ya existen diversos proyectos para la producción de hidrógeno verde que prevén la inversión en la fabricación de electrolizadores y otros bienes asociados a su puesta en marcha y la creación de parques dedicados a la alimentación de estos electrolizadores (que también contemplan la opción de verter los excedentes de electricidad a la red). Se trata de una apuesta de futuro por el planeta, pero también por crear industria y puestos de trabajo.
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