Las nuevas tecnologías se están convirtiendo en herramientas fundamentales en todos los ámbitos, también la economía y las relaciones de poder. La nueva fase en la que nos encontramos de la economía digital se caracteriza por la automatización y la toma de decisiones mediante Inteligencia Artificial (IA). La transformación digital afecta a modelos de negocio, cadenas de valor globales y al orden mundial.
La Inteligencia Artificial es una tecnología de uso general que mejora con el tiempo y que, además, genera innovación complementaria. Estamos acostumbrados a escuchar cuán interesante es para la industria, pero lo es también para los gobiernos. Aunque su uso es todavía incipiente, ya se intuye que quedarse al margen no es una opción, pues se trata de un instrumento muy poderoso tanto en el plano económico, como político y militar. Ya se ha experimentado que su uso repercute en un aumento de eficiencia y productividad, lo que supone crecimiento para las empresas y, por tanto, económico. Esta ventaja económica se traduce en un despertar de dinámicas de poder blando y duro que se reproduce en las relaciones internacionales.
Cada vez somos más digitales, lo que significa que producimos una cantidad ingente de datos. De hecho, actualmente el 57% de la población mundial ya son usuarios de internet y un 90% de los datos digitales se han creado los 2 últimos años. El crecimiento es sorprendente.
¿Y qué significa esto? Todos estos datos, tratados mediante el uso de Inteligencia Artificial, permiten automatizar procesos; reducir costes de la información, procesamiento de datos y transacciones; ser más eficientes operativamente; reducir obstáculos para que las empresas entren al mercado, y apoyar la actividad empresarial, la innovación y la investigación. Esto puede beneficiar a países que se enfrentan al envejecimiento demográfico, por ejemplo, puesto que al añadir capacidades predictivas, la Inteligencia Artificial amplifica y expande las oportunidades de desarrollo más allá de la mera transformación digital.
Todos los datos, algoritmos, software y hardware refuerzan los efectos de red y escala de las plataformas digitales. Al fin y al cabo las plataformas son mercados que permiten crear valor con la interacción entre usuarios y productores. Son infraestructuras con las que se establecen nuevas normas, protocolos y mecanismos, y que generan rendimientos a escala y efectos de red, lo que lleva a ecosistemas digitales en torno a un gran número de grupos de personas con ventajas en el acceso y almacenamiento de datos, esencial para la formación de modelos de Inteligencia Artificial.
Introducir la IA en las empresas para mejorar servicios significa hacer mejores predicciones, personalizar servicios, optimizar recursos, prever tendencias de mercado, aumentar la productividad… Las plataformas son fundamentales para construir ecosistemas propicios para la Inteligencia Artificial.
Sin embargo, las distintas velocidades y los sectores en los que se implantan estas tecnologías afectan de manera diferente a los diversos países creando una brecha difícil de salvar. Los países con grandes empresas digitales también concentran más talento. Los recursos necesarios para la Inteligencia Artificial (datos, algoritmos, programas informáticos, hardware, talento, conocimientos, modelos de negocio) empujan a la concentración del mercado.
Es muy posible que la IA, en lugar de globalizar, provoque una centralización del poder en manos de pocos agentes. Podría incluso reintroducir la dinámica de bloques (con polos en China y EE.UU.) en el ámbito económico, político y militar. Los nuevos imperios digitales funcionan a escala regional o continental, y otros países pueden intentar emanciparse o bien establecer alianzas con estrategias de Inteligencia Artificial.
En la lucha global para el desarrollo de nuevas tecnologías de IA, la competencia bien entendida puede llevar a acelerar la innovación, pero también pone sobre la mesa cuestiones éticas de seguridad, valores, privacidad, transparencia…
Más allá de la economía, hay intereses políticos y militares para el desarrollo de la IA (aplicaciones militares, investigaciones científicas, herramientas políticas como personalizar mensajes en redes sociales o el uso de las fake news, etc.). La Inteligencia Artificial también ofrece ventajas en el poder blando (entendido como la capacidad de persuadir para que otros hagan lo que uno quiere sin coacción) mediante plataformas como Facebook, Youtube, Wechat, etc. que moldean el comportamiento de miles de millones de personas mediante la difusión de cultura, ideales o valores.
La Inteligencia Artificial es un factor estratégico en las relaciones internacionales y la geopolítica que puede acelerar la concentración de recursos y de poder (lo que conlleva desequilibrio mundial) y favorecer la desigualdad económica, pero ya está aquí y no podemos quedarnos al margen. Debemos decidir, como ya han hecho otros países, qué uso le queremos dar y en qué queremos especializarnos.
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