Se ha hecho de rogar, pero lo que parecía imposible es hoy ya una incipiente realidad. Incipiente porque el proceso no ha hecho más que echar a andar: falta ahora lo más difícil, que los diferentes parlamentos ratifiquen este histórico acercamiento comercial entre la UE y Mercosur.
A nadie escapa que la particular coyuntura que está viviendo el mundo actual, entre veladas amenazas de guerra comercial procedentes de la Casa Blanca, ha propiciado un acercamiento que nadie ya esperaba. Fue durante la reciente cumbre del G20 en Osaka, Japón.
Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y la UE han sellado un acuerdo que en numerosas ocasiones había descarrilado, básicamente por el potente lobby agrario comunitario. En este caso, la necesidad de demostrar el compromiso con el libre comercio y un renovado impulso político procedente de Buenos Aires, más que de Brasilia, así como de Madrid, Berlín y también La Haya, aislaron a Francia y a sus históricas reticencias.
Macron, esta vez, a pesar de las críticas internas, asintió, aunque consiguió un tanto: que el Brasil de Bolsonaro se “comprometa” a implementar el Acuerdo Climático de París.
El resultado, según la Comisión Europea, es el acuerdo de libre comercio más importante y que más beneficios tendrá para las empresas europeas de los firmados estos últimos años. Si bien fracasó el que se quería impulsar con EEUU por la elección de Donald Trump, el de Mercosur completa una tríada importante para Bruselas junto con el de Canadá y Japón.
Así, el reciente acuerdo con el Mercosur cubre un total de 773 millones de personas (639 millones el de Japón y 550 millones el de Canadá); supone, a día de hoy, una relación bilateral de 88.000 MEUR (inferior al de Japón, que es de 135.000 MEUR, pero superior al de Canadá, con 72.000 MEUR) y es, de largo, el que ahorrará a las partes más dinero en el pago de aranceles: 4.000 MEUR, por 1.000 MEUR en el caso de Japón y 600 MEUR en el de Canadá.
Por todo ello, la Comisión se ha mostrado tan exultante desde el primer momento. La industria europea sorteará, en palabras de la propia Comisión, “aranceles, a veces prohibitivos”, entre los que destacan el sector del automóvil (35%) y componentes de automoción (entre el 14% y el 18%), maquinaria (14%), productos químicos (18%), farmacéuticos (un abanico que llega hasta el 14%); y ropa, calzado y tejidos de punto (entre el 26 y el 35%).
Eso por lo que a la industria se refiere, pues en el sector agroalimentario: licores, vinos, refrescos, confitería y chocolates, así como los productos lácteos (como los quesos) también verán una sensible reducción arancelaria de entre el 20% y el 35%. En este mismo sector, los cuatro países del Mercosur se comprometen a implementar “garantías legales para proteger” de imitaciones a un buen número de productos europeos de alta calidad y con protección geográfica, caso del jabugo español.
Por último, la Comisión ha destacado que el acuerdo simplificará los controles fronterizos, la burocracia y se limitará el uso de impuestos a la exportación que solían imponer los países latinoamericanos. Eso sí, lo que no cambia son las normas de seguridad alimentaria de la UE, que se mantendrán “sin cambios”.
En resumen, una Comisión que está a punto de agotar su mandato ha rubricado un último acuerdo que, en su opinión, una vez esté ratificado, debería ayudar especialmente a las pymes europeas y latinoamericanas a reforzar el vínculo atlántico.
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