Al pensar en el Brasil actual, no se puede dejar de considerar la seña que siempre ha identificado a este país, es decir, su identidad múltiple y continental, un Brasil en el que caben muchos brasiles.
Resulta interesante observar que, políticamente, esta identidad múltiple se ha reducido en los últimos años a dos extremos: una izquierda rechazada representada por el PT (Partido de los Trabajadores) y una extrema derecha aplaudida representada por el PSL (Partido Social Liberal) que eligió al actual Presidente de la República, Jair Bolsonaro. Así, es preciso establecer un marco histórico del momento.
Para contextualizar, grosso modo, recordemos que algunos caminos de la reconstrucción de la democracia brasileña tras el golpe militar de 1964 se fueron tejiendo a lo largo de muchos años y, después de este periodo dictatorial oscuro, el hilvanado político llevó a Brasil nuevamente a respirar aires democráticos con la Nueva Constitución de 1988.
Actualmente, en la alternancia de poder que configura inicialmente el ejercicio democrático, el gobierno pasó de un lado a otro, de la izquierda a la derecha, sin perder de vista el fuerte sentimiento antipetista que, mediante votación, eligió a Jair Bolsonaro representante de la extrema derecha, lo que nos ha traído en la actualidad muchos riesgos. La voz de la ciudadana que aquí se manifiesta llega para hablar de lo incómodo de este destino que parece dirigirse nuevamente a la dictadura de pensamiento e ideología: la frontera entre el pensamiento democrático y el pensamiento autocrático se ha instituido sin pedir permiso, avanzando este último con relación al primero. Podemos citar cuestiones cruciales que hemos vivido actualmente en nuestro país que muestran el retroceso de avances importantísimos. Hoy en día nos encontramos con banderas y acciones gubernamentales tales como el armamento de la población civil, la vulneración de derechos de las minorías, como los indígenas, el desmantelamiento del tercer sector, el menosprecio de las cuestiones ambientales, el incentivo a la homofobia y la misoginia, la hostilidad a la libertad de expresión…
No nos faltan ejemplos que van deconstruyendo la democracia brasileña, pero en este artículo, nos gustaría detenernos un poco más en una cuestión que alude al peligro que corre la educación en este país, recordando, como es obvio, que cuestiones socioeconómicas y culturales deben estar siempre presentes en el debate que garantiza el desarrollo de un país.
En la actualidad nos dirigimos a la desestructuración de la mayor riqueza de un pueblo, como es su educación formal.
¿Cómo seguir educando en un país cuyo gobierno no respeta la escuela como espacio democrático por naturaleza desde su base hasta su último grado académico? Esta es la pregunta que inquieta a educadores de varias instancias educacionales, ya que, al recortar drásticamente los fondos para las universidades e institutos federales, el gobierno compromete el fomento a la investigación y, como consecuencia, la formación de los alumnos, futuros actores de la sociedad. Al tratar áreas de conocimiento como sociología y filosofía como irrelevantes para la sociedad, al imponer un método único para la alfabetización, reduciendo las múltiples concepciones pedagógicas para esta acción, al avanzar hacia la militarización de las escuelas que va contra los principios de la escuela pública, el gobierno envía un mensaje claro: cuanto menos pensamiento libre, más control y más pensamiento erróneo y acrítico. Y cuanto más escasa la formación de un individuo, mayor el avance hacia un camino que mantiene la división de clases en su riqueza.
Los llamamientos de los educadores y alumnos en las últimas huelgas ocurridas en mayo de este año, que trataban exclusivamente el desmantelamiento de la educación brasileña, reflejan la preocupación de educadores y segmentos de la sociedad civil por encontrar caminos contra acciones del gobierno que demuestran claramente un retroceso en relación con el pensamiento crítico y plural y respecto a la diversidad en todo su espectro, pilares fundamentales de una sociedad democrática. Esta forma de manifestación legítima y otras formas de actuación de los educadores en su microcosmos de trabajo parecen ser los caminos para que, en este momento, haya voces recordando los principios de una convivencia social más justa en nuestro Brasil de muchos Brasiles.
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