La imposibilidad de responder un simple sí o no a esta pregunta ha llevado a los científicos a evaluar los impactos ambientales de una parada de autobús en Barcelona a lo largo de su ciclo de vida, y a compararlos con los resultados de un estudio de 1998, concluyendo que los segundos pueden utilizarse como indicador proxy pero implican una pérdida de precisión.
Investigadores de la Cátedra UNESCO de Ciclo de Vida y Cambio Climático ESCI-UPF, la Università degli Studi di Padova y la Universidad de Medellín, han aplicado la metodología de Análisis Ciclo de Vida (ACV) a una parada de autobús en Barcelona para estudiar la durabilidad de un ACV, tomando como base un estudio realizado en 1988 y dirigido por Pere Fullana i Palmer, director de la Cátedra, para JCDecaux. Publicado en Resources, Conservation and Recycling, este trabajo ha identificado la tecnosfera—todas las estructuras que los humanos han construido para mantenerse vivos en el planeta— en constante cambio y la mejora de las políticas ambientales como los factores que influyen en los impactos ambientales de un producto o sistema a lo largo de su ciclo de vida; afectando a cada categoría de impacto que representa los problemas ambientales de interés, como el consumo de energía o el potencial de calentamiento global.
“Los cambios en la producción de electricidad, el desarrollo de políticas respetuosas con el medio ambiente y la restricción cada vez mayor en las emisiones de vehículos, representada por la normativa europea de emisiones para vehículos, entre otros, influyen en los resultados de un análisis de ciclo de vida”, explica Jaume Albertí, primer autor del presente estudio y líder de la línea de construcción sostenible en la Cátedra. Por ejemplo, “el uso de energía hidroeléctrica en el mix (mezcla) eléctrico catalán se ha reducido y esto se refleja en los resultados con una reducción en la categoría de impacto de uso de agua”, añade.
Además, también se ha considerado la mejora de las bases de datos y la evolución de las metodologías de ACV, encontrando que el aumento en el número de sustancias consideradas en la evaluación de los posibles impactos ambientales causa diferencias en los resultados. Por ejemplo, en 1998 se consideraron 21 sustancias en la categoría de impacto de potencial de eutrofización—el enriquecimiento en nutrientes que causa un crecimiento excesivo de biomasa y descomposición en el agua o en el suelo—, sin embargo, esta cantidad ha aumentado hasta 118 sustancias en el presente estudio, según los investigadores.
Analizando cambios
La evaluación de los impactos ha demostrado que los resultados globales son similares en el caso del potencial de acidificación, el potencial de eutrofización y las categorías de impacto del consumo de energía; que tienen diferencias por debajo del valor umbral del 30% aceptado para indicar que los resultados difieren. Por el contrario, “el potencial de agotamiento de la capa de ozono y el potencial de calentamiento global han mostrado diferencias por encima del 30%, debido a los cambios en los procesos de producción y en la producción de electricidad, respectivamente”, explica el director de la Cátedra y coautor de este estudio.
Sin embargo, a pesar de que en algunas categorías de impacto los resultados globales parecen bastante similares o, al menos, comparables, “al analizar y comparar los sistemas desglosados etapa por etapa (materiales y fabricación, instalación, uso y mantenimiento, eliminación y finalización de la vida útil), hemos encontrado diferencias más altas en cada categoría de impacto que superan el 30%», destaca Fullana.
A la luz del resultado del estudio comparativo, los investigadores han llegado a la conclusión de que los resultados de un análisis de ciclo de vida anterior pueden considerarse como un orden de magnitud de impactos: “un ACV anterior se puede usar como un indicador proxy en algunas categorías de impacto, pero teniendo en cuenta que implica una pérdida de precisión”.
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